Se acabó el Carnaval. Los disfraces vuelven al armario, la purpurina sigue apareciendo en sitios insospechados y, para algunos, la resaca no es solo de fiesta, sino también judicial. Porque sí, después de la celebración viene el momento de enfrentarse a las consecuencias y, en los juzgados, estos días son sinónimo de juicios rápidos por alcoholemia.
Es un clásico. Fiestas, unas copas de más, la mala decisión de coger el coche y, en un abrir y cerrar de ojos, luces azules en el retrovisor. Si el alcoholímetro marca más de lo permitido, el problema está servido. Y no hablamos solo de una multa. Si superas los 0,60 mg/l en aire espirado (o 1,2 g/l en sangre), entras directamente en terreno penal. ¿El resultado? Un juicio exprés donde las opciones son pocas y las consecuencias, serias: multa, retirada del carné o, en los casos más graves, hasta prisión.
Estos juicios son rápidos, sí, pero no por ello menos importantes. De hecho, la decisión que tomes en esos momentos es clave. Si reconoces los hechos, puedes beneficiarte de una reducción de un tercio de la pena. Si hay errores en el procedimiento –y los hay más a menudo de lo que se piensa–, una buena defensa puede marcar la diferencia entre una sanción menor o incluso la absolución.
La conclusión es sencilla: si bebes, no conduzcas. El taxi siempre sale más barato que un juicio, una multa o la retirada del carné. Y si te has visto envuelto en un problema de este tipo, no dejes que la rapidez del procedimiento juegue en tu contra. Un buen abogado puede ayudarte a minimizar el impacto y encontrar la mejor solución para tu caso.
Si necesitas asesoramiento, contáctanos. Te explicamos tus opciones y te ayudamos a tomar la mejor decisión. Porque después del Carnaval, lo importante es seguir adelante sin que la fiesta te pase factura.
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